Una historia de amor

–Me pides que traduzca a palabras lo vivo y eso es imposible. Lo que se vive, palidece o se exagera cuando se cuenta..., las palabras son conceptos, sugerencias, evocaciones; pero nunca pueden ser lo vivido. Además, en una historia de amor, siempre hay dos partes y una de ellas jamás alcanza las cotas de experiencia de la otra, y eso es recíproco. Sólo tenemos las palabras, los gestos y los hechos, y ninguno de ellos– ni unidos ni separados– pueden alcanzar el hondón de lo que cada uno es, siente, sueña, teme, profetiza, aprende de sí, imagina en el otro…  A veces, considero que el amor nos funde en la infinitud más que en la cercanía del otro.
–Pero es que a mí me gustaría escuchar de nuevo esa historia que siempre cuentas de forma distinta y, sin embargo, siempre reconozco.
–Sí, algo de eso tiene esa historia mágica que ya no sé si vi, observé, imaginé o viví en alguna de las muchas vidas que, seguramente, todos vamos viviendo. 
Puedo comenzar con una tarde. Es invierno. Hace frío, dentro y fuera del cuerpo, y él sabe que ese invierno atmosférico le puede estropear su viaje habitual, pero se resigna, lo acepta; aunque por dentro, más allá de su propia conciencia, siente miedo, en silencio, y cuenta desde su miedo la vida. Creo que más allá del lenguaje, todos estamos hablando siempre a través de nuestras células y de nuestros pensamientos.
Suena un timbre y comienza su jornada. Siempre atiende puntualmente todos sus asuntos obligados. Los deseos los va dejando para el final, por si, mientras tanto, se atenúan, por si puede adormecerlos y dejar de sentirlos. Le parece lo mejor controlar sus sentimientos e impulsos ante lo que la mente programa en su vida. Eso es lo más adecuado y decoroso.
En otro lado está ella. Tiene frío, pero no se ha dado cuenta. Es sentimental e impulsiva. Insegura y segura, contradictoria. Le gusta sentirse amada y que se lo digan. 
En realidad, este esquema es un arquetipo habitual de pareja. No es una pareja rara esta que estoy poniendo en palabras, es bastante tópico que ella demande más atención y él exprese menos de lo que ella desea; pero no siempre es así; también hay hombres que expresan con naturalidad sus sentimientos, sobre todo en las generaciones más jóvenes; por eso, es mejor que te lo diga, para que lo entiendas bien, para que puedas imaginar a cada uno por su lado y también cuando estén juntos; porque, en definitiva, quien va a construirse y a escribir la historia en su interior eres tú, oyente anhelante de historias de amor.
Se ven y se reconocen al instante. Saben que ambos son pareja, y todavía no han cruzado una palabra. Todo se ha transformado, pero aún no hay ninguna manifestación externa, porque uno de ellos– ella, en este caso– desea salir huyendo y muestra su indiferencia más teatral y sencilla posible. 
Nada ha sucedido, sólo ella sabe de la ruptura total de sus cimientos.
Las palabras llevarán, con el tiempo, a conocer y reconocer el timbre y la melodía de las palabras y nunca nada sonará igual que esa música en la que se envuelve la inclinación y el deseo. Nada es evidente y manifiesto. Todo discurre por las vías invisibles de los sueños y de otras existencias más allá de lo corporal y físico, por lo inconsciente.
Un día coinciden tomando un café en el mismo espacio. Se miran, pero ambos fingen que no se reconocen, ahí se dan cuenta de que eso tampoco es natural. Algo está pasando. En realidad, ambos saben de sí mismos y de sus pensamientos; pero cada uno ignora si forma parte de alguno de los pensamientos del otro.¿Cómo te sentirías tú en una situación semejante a la que te planteo?
–Con temor y esperanza. Pero explica qué pasó. Eso no me lo has contado nunca.
–Nada. No pasó nada. Sólo un ligero temblor en el pulso de la mano que sujetaba la taza de ella y una mirada de soslayo de él; pero ninguno de ellos descubrió en el otro la menor turbación ni esos gestos que te he explicado. Yo los sé porque me los contaron más tarde. 
Más adelante, ella le diría que sus ojos la transportaban a paisajes de luz y tersura de seda, a flores y paraísos, pues siempre que la amaba y ella se sentía amada, era capaz de ver el amor en todos y de amar y transformar en amor cualquier experiencia con la que se encontrara. 
–Sí que estaba enamorada. Ya me gustaría que me dijeran eso a mí.
–Sí, todos deseamos ser algo extraordinario para nuestra pareja; pero eso también conlleva el temor de considerar que en cualquier momento puede caerse el velo y descubrir nuestra sombra. Él sabía escuchar muy bien. Era un buen oyente, bondadoso y comprensivo.
–¿Y qué pasó?
–Estas historias de amor nunca pueden terminarse, porque comenzaron antes de cualquier comienzo aquí. Todo lo que viven los enamorados y sus historias de amor se escribe en el aire y son como semillas que sirven para mejorar el mundo y apoyos en su evolución. Esta historia continúa escribiéndose. Otro día te contaré otro fragmento, pero creo que con esto que te he contado puedes sentir su perfume en la brisa de esta tarde. Inhala y escucha…
–Sí…, me los imagino juntos…


Isabel

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