lo observa,
lo abraza,
lo envuelve entre sus manos,
juega con él,
lo admira…
Contempla su rostro a la luz del instante,
a la luz de todos los tiempos vividos:
los lee, recuerda y reconoce en sus ojos;
juntos cantan en silencio diálogos de certeza
y, en esa conjunción dichosa, escuchan
nuevas formas de entrega de mar y cielo:
sus cantos eternos
los guían por caminos de estreno
y sorprendentes tonos.
La tarde se despide emocionada.
Las formas se disuelven una vez más,
mientras el corazón del mar late
su sentir y anhelo, en rítmico canto,
como vals de agua
que se abraza al cielo.
Isabel 24-05-12
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