Música y tiempo

El día guía su vuelo
de sí hacia sí mismo,
hacia ese todo 
que transforma viajes
de solitarias voces
en impulsos alegres
y miradas de amor.
Orienta su voluntad
hacia el profundo beso
por los secretos pasos 
que abismales circulan,
y siente 
¡tan próxima su lejanía, 
tan real su lejanía próxima… !
Más allá se sorprende, se paraliza,
huye y aprehende 
como fugaz cometa. 
El tiempo lo guía, 
lo hiere, 
pende de un hilo su libertad, 
en azaroso juego
“me quiere, no me quiere”
y así prosigue su dinámico tránsito,
sueña su corazón 
y su mente –próxima y tan propia–,
¡se aleja tantísimo…!
Nada es la quietud que simula:
su forma se diluye,
corre, se afana y vuela
anhelando virtud, 
ansiando asirse, 
ser y no ser, 
ser del todo,
ser sin daño, 
indemne completud
reconociéndose 
en identidad diluida y presente.
Algunas veces, la memoria 
custodia la belleza
de los sonidos del tiempo.
La melancolía, la paz,
la prisa –campo de batalla 
que ella contempla, 
vive, siente en su mirada y afán–, 
ella observa su estoicismo valiente: 
luz, oscuridad,
flor de silencio,
unión de obligaciones, 
de deseos genuinos en su semilla nueva, 
creados desde siempre,
separados, unidos, 
ignorándose, 
paradojas en campos y escenas 
de artes y ensueños, 
humor de creaciones entre viajes y viajes 
hacia el centro y potencia.
Eleva su canto extenuado, solo, 
la esperanza se enajena y ofusca,
y el tiempo, que la abraza veloz,
en caprichosa danza, dibuja su ruta
en los caminos nuevos 
creados por su piel.
El viento se une, traspasa memorias, 
dispersa sus ejes, 
los lleva muy lejos,  
jirones blancos de corazón y albor, 
blancas figuras fantasmales.
Una espina penetra de luz
su corazón, anima su latido,
devuelve su memoria,
perdida entre los pliegues
de su razón primera. 
Diáfana tarde
entrega al anónimo fluido 
el fuego de su humanidad creciente.
Dulcísimo y fértil viaje 
por los sonidos:
amanecer, música en sus átomos
que la eleva hacia su centro. 
Sienten su fusión la memoria y olvido. 
La presencia y huida confluyen reales. 
Por lejanos horizontes, 
unen distancias con los ojos de ensueño 
infinitos brazos construyendo la tarde,
hábiles manos crean los sonidos consonantes
y sin temor ofrecen su rostro
a las palabras y a los nombres.
Isabel 18-5-12



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