Luz y sombra



Algunas veces, la luz parece quedarse sola, perdida en un mundo enemistado y hostil, oscurecida por la sombra, maniatada por ella en una eternidad sin esperanza; pero sólo se trata de un espejismo; en realidad, la luz está ahondando en su potencia de expresión mayor, más extensa, radiante y profunda. 
Cuando la sombra se repliega hacia sí misma y silencia su poder,  la luz irradia más espléndida.
Ambas –luz y sombra–parecen íntimas colaboradoras de un único proyecto.  
Nos damos cuenta de todo lo que hemos aprendido en el proceso de alternancia entre luz y sombra cuando ya todo ha pasado y podemos mirar con perspectiva nuestras emociones y actos, generados y realizados en esa aparente pugna. 
En ocasiones, la luz nos encuentra descentrados y confusos, sobre todo porque vemos nuestro error, porque no confiamos en su victoria. Ella sonríe en nuestra conciencia y sabemos que llegará de nuevo otra prueba, aunque, de momento, podamos descansar. 
La vida es una gran maestra y por eso insiste, repite una y otra vez aquello que considera fundamental en cada uno de los desarrollos y evoluciones. Aquí no hay modas ni apariencias de éxito o fracaso. Lo que no hemos logrado superar del todo, volverá a brotar de nuevo para que encontremos una paz más sabia, más auténtica y duradera, para que nuestra fortaleza vaya tejiéndose entreverada de paciencia y humildad. 
Es cuestión de aprovechar lo bueno y ponerse a trabajar en serio con los aspectos que más se repiten inconscientemente en nuestra vida, para que ésta llegue a fluir como un apacible y sereno río de aguas sonrientes, saltarinas, juguetonas, limpias; para que sus aguas extiendan y favorezcan la vida en sus orillas.
Las derrotas nos convierten en seres más comprensivos y sensibles. Nunca son desaprovechables ni inútiles.

Isabel, 4-7-12

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