Despedida

Es tarde y hace frío- me dijo, y luego añadió- me voy.
Me quedé parada en aquella esquina; una parte de mi rostro se había unido a la corriente fría que llegaba con el viento seco del norte.
No supe si era el frío de mi rostro quien fue penetrando hasta mi corazón o las palabras frías que en unión del viento se abrieron camino bailando entre el flujo sanguíneo, como una excursión o travesía por las  nieves de alguna de las mesetas gélidas del tiempo.
Sentí su avance hacia el centro. Su sonido era imperceptible para los otros; pero yo veía su movimiento y lo notaba en mí. Observaba su ritmo, su danza sutil, elegante, eficaz, hasta que llegó hasta su centro, según creo.
Permanecí algún tiempo quieta, como la farola que me miraba con su ojo demasiado abierto.
Hubiera preferido que el silencio fuera oscuro aquella jornada, pero tenía que iluminarlo la luz para que penetrara en mi conciencia la fotografía del acontecimiento con la sencillez de los grandes hechos, casi a oscuras y en íntima unidad conmigo y con los elementos.
Sé que moví una mano, la izquierda; todavía recuerdo su torpeza. Intentaba apartar un mechón de pelo que rozaba y estorbaba la parálisis en mi rostro. No conseguía acertar. Estaba aturdida por mi empeño en quedarme en la esquina, allí, junto a mi lado izquierdo.
Pasó un autobús y paró, como invitándome a subir. Dejé que se marchara con su voz monótona cantando las paradas, una tras otra, como las horas.
Era una espectadora que se había quedado atrapada entre dos mundos y en ninguno de ellos sentía la necesidad de actuar, sólo contemplar y observar bastaban para saberme viva entre los elementos de mi alrededor; ellos también existían sin actuar apenas, manejados por otros elementos más poderosos.
Las palabras tienen un poder inmenso- pensé con voz inaudible, pero articulada internamente. Eso pensé-dije, y sentí su frío en mí.
Las palabras del frío volvieron a penetrarme hasta que la tubería bajante del edificio junto al que me hallaba, vibró, como si temblara con lo que ese pensamiento encerraba en sí, en aquel contexto.
Supe que el frío era una suma de fríos múltiples. Ya lo había sabido antes, intelectualmente, pero en ese momento tuve una conciencia física, una experiencia de la suma de todos aquellos vibrantes y resonantes, afines y próximos fríos que me atravesaban hasta los tuétanos.

Isabel, 18-11-12

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