Vivir contigo

Entre tus brazos, 
las horas permanecen eternas, 
intactas a su desgaste 
y volátil existencia.
Entre tus labios, 
los besos crean presencias y fulgores, 
fusiones profundas, renovadas.
Entre tus manos, 
la belleza se muestra
siempre reciente y gozosa.
Entre tu ser, 
la vida brota 
como inagotable fuente 
que fluye, irradia 
y embellece cuanto toca.
Vivir contigo es el milagro 
de sentir esa dulzura intensa
de una vida siempre creciente
conciencia ilimitada:
sentir las horas y su paso 
entre tus manos moldeadas, 
beber la dulzura silenciosa de tu voz 
entre los lirios, 
embriagarme de los néctares preciosos 
de tus ecos 
en los sonidos armoniosos 
de acordes y brisas delicadas,
acariciar tus ojos 
mientras miras tu alrededor,
viajar por infinitos paisajes 
en vuelos altos 
y apacibles conciertos 
de silencio y palabra.

10-09-2012


Camino de mar


El mar habla y canta. Siempre lo escucho mientras camino. Observo sus ondas, su danza rítmica, adelante y atrás, su estallido en risas: esa energía liberada que se dispersa, retrae y vuelve hacia su interior, como buscando un silencio interno, para volver a crearse una acumulación y onda y continuar su viaje hacia un nuevo estallido después.

Camino a buen ritmo, yo también avanzo y me muevo; a veces, parece que adelante, que progrese en algún aspecto, otras parece que algo se rompe en mí y sale fuera extendiendo su ruptura hacia las formas con las que me constituyo, y las destruye, las rompe, para después iniciar un nuevo periplo hacia dentro, hacia el silencio y de nuevo comienza a formar un nuevo ser, una creación, parecida y diferente, como las olas: todas de agua y sedimentos, todas de energía que se acumula y libera y vuelve a formarse. 

Observo y pienso, reflexiono sobre mí, sobre la vida, sobre todos y cada uno de los personajes que adoptamos, que simulamos ser… todos parecemos semejantes.


El crepúsculo vuelve al mar –a través de sus tonos y de sus líneas– más carnal y físico, más mar y menos cielo. Durante el crepúsculo, el mar se acerca a su reflejo más terrestre y material, más cercano a su corporeidad.

El mar de la mañana y mediodía se ven como un sueño del cielo. Muchos días, la misma bruma lo transforma en suspiro, en exhalación. Los límites desdibujados, el color tan azul y semejante a su génesis de cromatismo… 

Cuando es de noche, el mar se oye, se intuye su viaje hacia el misterio; lo abismal se aproxima y nos limita con su oscuridad. Cielo y mar fundidos, sin fronteras a nuestros ojos. Sonido en el que el misterio y lo inconsciente adquieren forma, y mientras caminamos, nos sorprenden sus ondulados destellos blancos. Lo demás es silencio. Sabemos que está allí, como la misma noche y su cielo, lleno de sentido de infinitud y de incertidumbre…

A veces, las palabras nos alejan y, sin embargo, deberían acercarnos a nosotros mismos y a los demás, pero algo sucede y se abre una sima y algo se rasga por dentro…

Isabel, 29-09-13