Tu aliento, su silencio

Escucho tus manos esculpiendo las horas
vibrando en sus ritmos, latiendo en sus tiempos,
trazando nuevas líneas de infinitos matices,
de cromáticas voces, de colores que brillan 
en instantes fugaces y, en su virtud, eternos.
Siento cómo se alejan para volverse ecos.
Imagino que viajan integrando memorias, 
imprimiendo sus huellas para siempre en el alma,
volviéndose paisajes de armonía y concierto.

Elevarán sus formas por espacios etéreos 
contemplando el silencio, atravesando mares, 
trazando vías nuevas de luz y de misterio 
para llegar al núcleo,
a la fuente de luz más allá de los cielos,
orbitando cercanas a los instantes nuevos
para aportar su sueño: cromatismo sutil,
tu aliento,  su silencio.


Isabel, 7-12-14

Crepúsculo de otoño

Palabras escritas, hileras uniformes de palabras, llenas de vida en el momento en que se anotan para burlar al tiempo y a su olvido, tomadas al vuelo de una inspiración, de un hecho, de un instante lúcido o destacado de otros por ese instrumento poderoso y sin cuerpo visible más allá del sonido, transcrito después; aunque  nunca sea lo mismo…
Pensamientos que todavía no han llegado a expresarse y brotan… Ensoñaciones vívidas… Niveles de expresión y de experiencia convertidos en palabras.

Sus signos nos permiten viajar por territorios, paisajes, vivencias de mundos distintos.. Algunas se quedan anotadas, como anuncios, como recordatorios, como réplicas a otras, como esquelas de lo ya efímero antes de nacer, desaparecido de facto y congelado, fijado como herencia para que nuevos ojos –más envejecidos, más jóvenes, propios o ajenos–, redescubran un tiempo o sufran ese extrañamiento al descubrir el olvido propio, esa experiencia  colapso, de sorpresa, al ver tiempos vividos a uno y otro lado de las palabras y sus memorias y resortes.

Tiene hoy el cielo en su amplio horizonte otoñal un trazado orgánico. Espesas nubes grises avanzan y extienden un muro uniforme, una frontera infranqueable mientras la describo, pero el sol se ríe y se empeña en su color rojizo y el muro no puede terminar de construir su cuerpo, no avanza como desearía, no puede uniformar la vida. El muro confía–yo lo observo– en la connivencia natural de la noche para consumar su uniformidad anhelada, desea evitar que la luna –casi llena–introduzca su luz y agriete esa uniformidad creada  con la constancia del trabajo infatigable, por la mano fuerte y poderosa; pero el sol continúa enviando su luz y creando formas caprichosas y deshilachadas en el muro, que parece agrietarse por diversos flancos.  

Es un otoño tan intenso el que se vive en el espacio aéreo, que mis palabras y mi mirada se unifican en un silencio admirado y quieto.
Pienso en estos momentos cuántas veces he podido contemplar cielos semejantes, siempre bellos y ligeramente distintos, a este que hoy cautiva mis ojos y sé – recuerdo perfectamente– haberlos contemplando en tierras diferentes, con climas distintos, como si el cielo tuviera su geografía diferente e independiente de la que nos inventamos los seres humanos.

La noche avanza y parece que el gris vaya a lograr su objetivo, sin embargo, de forma sorprendente, se enciende un color rosa que tiñe, como el rubor de un rostro joven y avergonzado, las fachadas de los edificios blancos que tengo a mi izquierda. Es un rosa fucsia, encendido y divertido, que llamea y suaviza su fuego con su tono amistoso, cariñoso, joven y alegre, humanizando la rigidez del cemento blanqueado. Siento deseos de reír, pues tanto gris ha conseguido justo lo contrario de lo que deseaba: nuevos brotes de gozoso existir, de deseo de romper la mediocre uniformidad, llegan desde el cielo, como señalando un camino que ni la noche termina de borrar, pues la luna luce espléndida y las nubes han desaparecido, diluidas o llevadas por el viento en capas altas quizá –es algo que ignoro–, pero ya no están.

Los sonidos habituales rompen el hechizo. El ascensor y su característico sonido marca la  llegada o salida de algún vecino; el silencio lleno de humor y sentido de lo vivido se queda grabado en mi memoria. Ha sido un anochecer precioso e íntimo. 

Pasará el tiempo y las palabras que cuentan esta experiencia,  ¿conseguirán despertar en mis ojos lo vivido o sufriré ese colapso,  ese extrañamiento tan habitual y habré olvidado los matices y significados encerrados como múltiples caminos entre sus formas?


Isabel, 5-12-14

Amos y soluciones

Algunas veces, la comunicación con la vida se vuelve diáfana, como un rayo súbito que atraviesa sin molestar, ofreciendo una lucidez insólita a cualquier asunto que nos esté produciendo confusión y bloqueo en emociones y sentimientos, en cualquier aspecto de nuestra vida.
Muchas veces, cuando ya nos hemos rendido después de debatirnos en opciones tormentosas y atormentadas, en la parálisis de la duda y del miedo, cuando ya sólo nos queda una intención limpia y una actitud especialmente receptiva y abierta –pues nos sentimos incapaces de encontrar algo que nos produzca verdadera satisfacción–, vemos que, tras ese reconocimiento de nuestra visión limitada, en esa humildad que implica el mismo reconocimiento, se levantan los primeros pilares de lo nuevo.
Cuando ese es el caso, una alegría especial, llena de comprensión y verdad, nos atraviesa y ya no tenemos prisa, pues sabemos cuál es el camino y también su resultado.   Nos damos cuenta de que el tiempo ya no importa. Haremos las cosas en su momento, cuando toque, sin miedo, con alegría, una y tantas veces como resulte necesario y posible.
Podemos disfrutar del conocimiento sin acción, de la dicha del resultado, de esa luz maravillosa que nos ha atravesado, como la gracia concedida por el universo,  de esa felicidad íntima de saber que no vamos a errar, porque ese es el camino verdadero que se ha abierto con la varita mágica. 
Cuando esa luz nos ha visitado como un regalo de paz y de apertura, cuando ha aparecido esa solución mágica y examinamos las características que la diferencian de otras actuaciones posibles, siempre encontraremos que el amor  y la entrega, la falta de expectativas, la ausencia de obligaciones para los demás, la generosidad y la alegría de vivir están en el fondo de esa solución. 
Sumar voluntades dentro de nosotros mismos, en nuestro ánimo: ese es el camino; que todo nuestro ser, nuestros sentidos, nuestra vísceras,  nuestros pensamientos, nuestras intenciones, nuestros objetivos, todo en nosotros se integre y colabore bajo el mismo mando, bajo el mismo capitán. 
Los casos complejos, igual que los simples, deberían tratarse siempre con las ventajas  que ofrece nuestra unidad interna y no llevar a otros la discusión entre nuestros amos  internos.
Otra cuestión que podemos analizar es la categoría y altura del amo  al que decidimos entregar nuestro poder. Cuanto más elevado sea su rango, la solución será más duradera. 
Todo tiene su movimiento en el vivir, pero si el amo al que servimos es muy nervioso y falto de equilibrio, si sus valores son demasiado interesados, sus soluciones tendrán vigor menos tiempo y su trascendencia será menor.
Si nos decantamos por servir a nuestra personalidad, es una opción. 
Si decidimos seguir las tendencias de nuestra alma, es otra opción.
…También sabemos de la existencia del espíritu. 
Nosotros elegimos. Saber quién deseamos que nos dirija  en cada momento o siempre es también una buena tarea y para eso no necesitamos a nadie más que a nosotros mismos. 

Isabel, 2-12-14